Immanuel Kant (1724 – 1804)

Biografía:

Kant nació en Königsberg en 1724 y fue un hombre rutinario que pocas veces variaba su día a día. Estudió filosofía, matemáticas, ciencias naturales y teología en la universidad de su ciudad natal y se convirtió después de unos años trabajando, en catedrático de su universidad. Simpatizó con la Guerra de Independencia americana y la Revolución Francesa. Murió en 1804 tras sufrir demencia senil durante varios años. Su obra fundamental es la “Crítica a la razón pura”, por la que es considerado el fundador del idealismo y de la filosofía moderna.

Influencias:

En su universidad estuvo expuesto a las corrientes del racionalismo de la ilustración. Pero fue la lectura del empirismo de David Hume (1711 – 1776) la que le llevó a sintetizar su filosofía incorporando ambas corrientes.

Pensamientos:

Ciencia: Todo saber para ser considerado científico debe ser universal (siempre válido), necesario (no hay opuesto) y progresivo (amplía conocimientos). La ciencia se formula por enunciados, llamados juicios, que ponen en relación un sujeto y un predicado, y que deben poseer las características mencionadas anteriormente.

Los juicios pueden ser: analíticos (aquellos en los que el predicado está implicado en el sujeto, por ejemplo: triángulo = tres ángulos, tres lados, etc.) que no son científicos porque, a pesar de ser universales y necesarios, no son progresivos; y sintéticos (en los que el predicado no está implicado en el sujeto). Éstos pueden ser a posteriori cuando la conexión entre sujeto y predicado se hace posteriormente a la experiencia (aunque no son ciencia pues no son universales ni necesarios) o a priori cuando la conexión existe antes de la experiencia (sí pueden ser ciencia pues son juicios universales y necesarios).

El término trascendental describe todo el conocimiento, las reglas y condiciones a priori que se dedican a estudiar el modo en el que entendemos las cosas.

Cosmología: El mundo se divide en dos, la parte que se nos presenta por los sentidos y que podemos conocer por la experiencia, y la que no (el mundo inteligible, el noúmeno).

Conocimiento: No podemos conocer (objetivamente) al mundo y las cosas en sí (el llamado noúmeno) sino que lo conocemos tal como lo percibimos (subjetivamente) y según lo que derivamos de esas percepciones, de esa experiencia.

El humano tiene, de manera innata (a priori), las herramientas (las categorías y las formas de espacio y tiempo) para ordenar y entender esa experiencia con el cerebro. Todo situado más allá de eso, es ámbito de la razón. Así, el conocimiento se construye por la síntesis de los elementos a priori y a posteriori que están en la memoria.

Concretando: La capacidad pasiva para recibir la información desde fuera por los sentidos se llama sensibilidad. El acto de recibir la información es la intuición. El conjunto de información recibida es la materia del conocimiento. Lo recibido se estructura y se sintetiza de manera innata en el cerebro según espacio y tiempo convirtiéndose en el denominado fenómeno (sabemos dónde y cuándo recibimos algo).

Ahora, actúa el entendimiento que reunifica o sintetiza, de manera activa, los conceptos que son derivadas de la experiencia (empíricos, relacionados a posteriori de la percepción) o los que no son derivadas de la experiencia (puros, a priori, como las categorías de causa y efecto, unidad o pluralidad, etc.) para formar juicios.

La razón puede hacer una síntesis superior de los juicios a ideas trascendentales que constituyen la metafísica. El intento de organizar esas ideas en categorías es imposible para el humano pues no tienen fundamento de experiencia, es una ilusión trascendental.

Humano: El humano es libre, porque eso es condición necesaria para que exista la ley moral. Si no lo fuera, no podría elegir cumplir o incumplirla. La razón humana tiende al bien supremo que consiste en la suma de felicidad y virtud. Si no, no tendría sentido actuar respecto al deber moral. Sin embargo, como la felicidad y la virtud a veces no ocurren a la vez, es necesario que la virtud corresponda con felicidad en el mundo inteligible (todo lo que es noúmeno). Eso significa que parte de nosotros es inteligible (inmortal), que tenemos alma.

Ética: El uso práctico de la razón es la moral. La ética debe ser formal (centrarse en la forma y no en el contenido), a priori (universal y necesaria), categórica (absoluta) y autónoma (el sujeto actúa con total libertad y no está determinado o influido por otras cosas que no sean la razón).

La bondad o maldad de una acción puede revelarse de manera formal considerando la posibilidad de que se convierta en una acción universalmente válida.

La única cosa que puede calificarse de buena es la voluntad buena (aquella que obra por deber y que es determinada por la razón). Así, obrar conforme al deber es legal pero no moral pues se dirige por principios subjetivos (máximas). Al contrario, obrar por deber sí es respetar la moral y la ley moral (principio objetivo del obrar). La ley moral toma forma de imperativos para el humano. Pueden ser hipotéticos (cuando son buenos para alcanzar un fin) o categóricos (que se imponen a la voluntad de manera universal, absoluta y por la razón).

Por ejemplo: Obra como si la máxima de tu acción debiera convertirse, por tu voluntad, en ley universal de la naturaleza.

El humano es la finalidad de sí mismo, se impone la ley moral con su voluntad, tiene autonomía moral. Si es impuesta por otro es heteronomía moral y es usado como medio.

Teología: No es posible el conocimiento científico de Dios pues los argumentos que pretenden demostrar su existencia son falacias. Solo puede tenerse una idea trascendental de ello y una fe racional ya que su existencia es necesaria para que el orden moral funcione. Es necesario un bien supremo que media entre virtud y felicidad. Si no, no existiría.


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