David Hume (1711 – 1776)

Biografía:

Natural de Edimburgo, comenzó a estudiar derecho en 1726 en la universidad de dicha ciudad solo para dejarla poco después y dedicarse a la literatura y filosofía. Con el mismo fin, se trasladó a Francia. Volviendo a Gran Bretaña fue rechazada su solicitud de profesorado en 1746 y 1751 por lo que se dedicó a escribir varios libros de filosofía e historia que fueron bien recibidas por el público. Más tarde ocupó el cargo de subsecretario de Estado. En 1769 volvió finalmente a Edimburgo donde murió en el año 1776. Es considerado el representante más importante del empirismo.

Influencias:

Hume perfeccionó los conceptos empiristas previos como los de Thomas Hobbes (1588 – 1679) y John Locke (1632 – 1704) que es famoso por su expresión de que el ser humano nace con una mente en “tabula rasa” (en blanco, sin ideas). También es importante la influencia del escepticismo en su filosofía.

Pensamientos:

Cosmología: La existencia de impresiones funda la creencia en la existencia del mundo.

Conocimiento: No puede haber un conocimiento universal y necesario, sólo uno probable basado en el método inductivo y en la creencia, pues todo nuestro conocimiento viene de la experiencia, adoptando la forma de percepciones en la mente. Estas se dividen en impresiones (datos inminentes de la experiencia como sensaciones o sentimientos) e ideas (copias debilitadas de las impresiones en el pensamiento). Las impresiones, a su vez, se diferencian en simples y complejas, y de sensación (de fuera) o de reflexión (de dentro). Más allá de las impresiones e ideas, no podemos conocer.

La memoria conserva las ideas simples, en su orden y posición, siendo las ideas de la memoria menos vívidas que las de la imaginación. La imaginación combina las ideas para obtener otras más complejas, o bien descompone las complejas en simples. Para hacer esto, la imaginación opera según las leyes de semejanza, contigüidad en el espacio o tiempo, o según la relación de causa y efecto.

El razonamiento actúa sobre la relación entre las cosas. Pueden ser relaciones de ideas por semejanza, que pertenecen al conocimiento cierto (puesto que el opuesto no es posible) y que son verdad porque se pueden analizar y demostrar los términos que las componen, o por contigüidad (llamadas cuestiones de hecho), que pertenecen al conocimiento probable (ya que el opuesto es posible) y que pueden ser falsos porque solo son observados.

El principio de causalidad no es una relación de ideas ya que no se funda en ninguna demostración, impresión o idea. Recordamos acontecimientos pasados y presuponemos que el futuro se parecerá al pasado. Son la costumbre y el hábito que nos llevan a considerar dicha asociación como necesaria. Es una creencia.

Humano: El yo sólo es una consecuencia de la colección de impresiones. No hay impresiones o ideas sobre el alma.

Ética: La razón no puede ser la base de la ética. La moral se basa en un conjunto de juicios, extraídos de la experiencia, con los que intentamos influir en nuestra conducta y en la de los demás, mientras que la razón es incapaz de influir en el comportamiento porque la razón se propone a descubrir la verdad y las acciones morales no pueden considerarse verdaderas o falsas. Así pues, la moral se basa en el sentimiento de aprobación o desaprobación de las acciones humanas, despertado por la utilidad que tengan para la colectividad. Estos sentimientos provienen de creencias que son fruto del hábito o de la costumbre.

Teología: Si lo único que conocemos son nuestras percepciones y no las cosas directamente, no hay nada que nos asegure la existencia real de dichas cosas. Es decir, no hay impresiones o colecciones de impresiones de sustancia (de lo que está hecho el mundo), o de Dios, por lo que esos conceptos no son más que ideas simples unidas por la imaginación.

La expresión “Dios no existe” no implica contradicción y los argumentos que prueban su existencia no tienen ningún valor por estar basados en el principio de la causalidad.

Sin embargo, considera que este escepticismo es el primer paso para ser un creyente sincero.


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